Textos

5 de septiembre de 2024

El duende andaluz en El viento es salvaje

CRÍTICA

Wilson Escobar Ramírez*

Tienen mucho duende estas Niñas de Cádiz que vimos en el segundo día del festival de Manizales. Duende, como suelen valorar los andaluces a sus figuras del cante y el baile flamencos, cuando estas suben a escena como poseídas por un don especial capaz de crear un estado elevado de expresión artística en virtud a su autenticidad y puesta en alma.

Porque lo de El viento es salvaje no es solo una puesta en escena paródica de Fedra y Medea, traídas de los cabellos desde esa antigüedad helénica a un presente caprichoso, sino una puesta en alma, que no es otra cosa que la manera de expresar sobre el escenario los signos de la festividad y las costumbres de un pueblo y transmitirlos con la fuerza telúrica -que viene ataviada en el cuerpo y en la organicidad del actor- hasta el patio de butacas. Si ese público vibra espontáneamente y comprende sin esfuerzo alguno ese retablo cultural, sin tener qué hurgar en las huellas de las trágicas heroínas de Eurípides, lo que ha visto allí es elduende del espectáculo. Eso pasó en las dos funciones vistas en el Teatro Los Fundadores.

Las cuatro actrices entran al escenario desprovistas de cualquier gesto teatral. Recalan allí con una actitud natural, portando objetos varios que -después lo sabremos- son lo escenografía misma. La llevan a cuestas, como si fuera un paso semanasantero. Pocos segundos después construyen una suerte de cuadro pictórico, al modo de un retablo andaluz, que pronto cobra vida para dar cuenta de la historia de dos amigas unidas y separadas por el destino: la afortunada Vero, que interpreta Alejandra López, y su amiga Mariola (Teresa Quintero), atravesada por un sino trágico desde su infancia.

La narrativa es trepidante y sosegada, en un equilibrio que mantiene atento al patio de butacas; coquetea con la comedia de enredos, esa que despierta risas a cada tanto, y transita por el territorio de la tragedia con una gracilidad natural que sorprende, e instala en el espectador esa risa triste que apena.

¡Pedazo de voces tienen estas artistas! Solas o en coro; susurrantes y secretas, enojadas o exaltadas, habladas o cantadas, se tragan sin esfuerzo esa inmensa boca del Fundadores, donde otros artistas han tenido que instalarmicrófono de solapa para llegar hasta el paraíso del teatro.

Y en esas voces ha puesto Ana López Segovia (también ella actriz) un texto magistral, en verso de comienzo a fin, una labor titánica que parece allegada de tiempos clásicos. Versos entremezclados por la rima culta y el verso popular, que fluyen en el tono andaluz de las actrices con una cadencia tal que pareciera un baile, un cante flamenco. Toda una partitura emocional para los oídos.

Quisiera pensar que no es Cádiz el telón de fondo de esta historia, como se anuncia en el programa de mano. Cádiz está en el proscenio, en el primer plano: por allí pasa la chirigota del carnaval (donde se hicieron las actrices), con el repertorio fundado en el humor festivo, pleno de coplas y popurrí; los cantos del pasodoble, la musicalidad; el viento de levante, que anuncia, que presagia, que apereza, que reseca; las cotilleras, esas amas de casa que deforman la realidad con la potencia esperpéntica de su imaginación; el patio andaluz con sus pájaros, sobre los cuales se cierre ese anuncio de la tormenta, del viento, de la tragedia.

Es toda una cultura gaditana subida a escena, haciéndose pasar por la Grecia trágica y sobreponiéndose a ella con esa “guasa” y ese “cachondeo” tan propios de una ciudad que pareciera todo el tiempo en carnaval.

Las Niñas de Cádiz han dejado ese duende instalado en un público del otro lado del océano y como pasó con el cante y el baile flamencos, ojalá en ese ida y vuelta retornen a este festival nutridas ya con la atmósfera macondiana del caribe andino que visitaron.

*Crítico e investigador teatral. Docente, Universidad de Manizales.

Ficha artística

Autora: Ana López Segovia.

Actrices: Alejandra López, Alicia Rodríguez, Rocío Segovia, Ana López Segovia

Dirección: Ana López Segovia (con la colaboración de Jose Troncoso)

Espacio sonoro: Mariano Marín

Vestuario: Miguel A. Milán

Sastra: Mayka Chamorro

Diseño Iluminación: Agustín Maza

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