7 de septiembre de 2024
Romeo y Julieta de bolsillo, un buen final
Wilson Escobar Ramírez*
Decía Octavio Paz que “toda adaptación es un divertimiento”, un goce que pasa por entender la estructura y la intención de un texto y la de su autor, para interpretarlo lo más fielmente posible sobre el escenario. Pero en esa tarea han naufragado muchas tentativas, que devienen en una suerte de esclavitud al texto de origen y que terminan por constreñir esa libertad creativa y creadora que requiere el arte.
Romeo y Julieta de bolsillo, de la compañía La Criolla, de Argentina, hace suya esa sentencia de Paz, pero por la vía contraria: la des-adaptación, la reescritura del clásico isabelino; en últimas, la traición al texto original. Allí encuentra ese divertimiento, lo vuelca sobre el patio de butacas, ¡y de qué manera!
Shakespeare, lo sabemos, es una cabalgata verbal que se pone delante de la acción escénica, la comanda. Su obra no es un teatro de grandes imágenes, sí de profundas e intrincadas situaciones que devienen, todas ellas, en tragedia.
Traslapar un texto trágico en tono de comedia es el gran reto que asume Emiliano Dionisi desde la escritura, la dirección y actuación en este trabajo. Ya antes lo había hecho un coterráneo suyo, Gabriel Chame Buendía, de quien pudimos ver en este mismo festival su versión cómica de Othelo. Chame, uno de los fundadores de la tradición clownesca en Latinoamérica, advertía por entonces que el gran sentido de la tensión dramática y el sentido del humor del teatro de Shakespeare no está tan lejano al lenguaje del clown:“Cuidado, los payasos y Shakespeare se entienden mejor porque son de la misma época”.
Dionisi sigue los pasos de Chame en el uso del lenguaje delclown para subir a escena Romeo y Julieta, pero a diferencia de este, toma distancia del texto original para crear una historia en paralelo. Con este recurso de metateatralidad, arroja a la escena a dos académicos (el mismo Dionisi, acompañado por Marina Caracciolo) trenzados en una discusión pueril e insustancial sobre los números estadísticos de la obra shakesperiana: el abultado número de comas, de puntos, de verbos, de expresiones precisas, o la cantidad de palabras que empleó el dramaturgo en toda su obra. El texto de Dionisi destila aquí un humor irónico dirigido a la banalidad epistemológica que hace tránsito en el mundo de la academia, pero pronto muestra el dispositivo que lo llevará a abandonar ese hartazgo de saberes ególatras: la pregunta sobre el final de la historia de amor de Romeo y Julieta: ¿Sale bien? ¿Sale mal? ¿Se trata de una final realmente trágico? O es un final feliz, como el de las películas.
Este interrogante precipitará a los académicos por los intersticios de una de las obras más leídas y montadas en el teatro, por sus pasajes memorables y por once de sus personajes. Y lo hacen con tan solo una pizara en la que garabatean números, dibujan muñecos simples con el pulso y los trazos de la infancia, o rayan el croquis del panteón en el que se produce el equívoco de la muerte de Julieta, quedesencadena la tragedia de los amantes de Verona.
Con la recursividad expresiva del clown actor y actriz interactúan con esos personajes y lugares que están subidos en la pizarra, en un pasaje hilarante de la historia que hace olvidar la tragedia para instalar en el espectador la comicidad en esta aula de clase, que es mismo el patio de butacas. Detrás de la pizarra están los otros personajes: de allí salen con magistral precision y rapidez los trajes y objetos que metamorfosean a los actores en múltiples personajes, con la simplicidad propia de los juegos de la infancia.
He aquí uno de los grandes aciertos de esta propuesta, la capacidad que tiene de retornar a ese público diverso que llega al teatro al mundo de su infancia, al de la lectura primaria, al de la inocencia de la representación rústica(¿quién no fue actor alguna vez en su escuela?).
Esa curiosa rusticidad con la que aparecen los materiales sobre la escena, contrasta con la plasticidad de la luz, tanbien cuidada en este espectáculo; una luz convertida en un personaje que, por momentos, se encapricha en ocultar al personaje, no en mostrarlo; que juega con él, le corta su rostro y lo obliga a buscarla y encuadrarse en ella buscando con una torpe dificultad mostrarse ante el espectador.
Una filigrana de detalles hacen de este Romeo y Julieta de Bolsillo un pieza preciosa, con cuidadas dosis de humor que van desde la exageración caricaturesca hasta la sutilidad de un gesto, un movimiento, un silencio, una acción inacabada, como el esquivo beso que por fin se produce al final y que evoca aquel de Lo que el viento se llevó.
Bienvenida esa traición divertida a la que llega este colectivo dirigido por un talentoso y joven Emiliano Dionisi, quien escribe y reescribe, dirige, actúa, recibe aplausos a granel al cierre de cada función (la del festival de Manizales no fue la excepción) y se da el lujo de salir el primero al hall del teatro para ofertar, vender y firmar sus libros a los encantados espectadores: “Para José Manuel. Gracias. Dionisi”.
*Crítico e investigador teatral. Docente, Universidad de Manizales.